Hace ya un par de meses, mi hija mayor, con un grupo de compañeros decidieron hacer campaña y postularse al centro de alumnos de su colegio. A fines de la semana pasada su lista ganó y mi hija salió electa presidenta.
La celebración la hicieron en casa, y me tocó presenciar uno de los discursos de una compañera de lista. Apareció la gratitud, el sentido, la pertenencia, la validación del otro y la generación del contexto emocional para que eso sucediera. Todo desde un espacio de liviandad, por las ganas de estar ahí, de sumar valor.
Llevo más de 15 años trabajando en coaching y consultoría, y mi foco central ha estado puesto en el emprendimiento, como fuerza arquetipal de la acción humana, y en este grupo vi algo que a veces cuesta encontrar en las organizaciones: conexión, poder, liviandad y compromiso. Todos atributos claves al momento de emprender.
Las diferencias generacionales son obvias, sin embargo, dada la misma diferencia, a veces no estamos dispuestos a mirar a las nuevas generaciones como posibles maestros. He visto demasiadas veces ese discurso menospreciador del tipo: “quemé va a enseñar este niñito”, o lo que es peor, conversaciones como: “son tan idealistas… no conocen el mundo real”. Y el mundo real también son ellos, y si tenemos mucho que aprender.
Son generaciones con menos trancas, menos enrolladas en discursos históricos de resentimiento y resignación, no dispuestos a quedarse en esos estados de ánimo, porque saben que ahí se inmovilizan, y no tiene sentido quedar inmóvil. Dispuestos a arriesgarse, a decir lo que tienen que decir, sabiendo que su voz agrega valor y poder a ellos mismos, a su comunidad, al mundo.
Generaciones que habitan con otras posibilidades de comunicarse, que exponerse es cotidiano, que no necesitan esconderse. Tienen menos miedo, y el miedo es la base de la desintegración.
Y además son generosos. Y eso cuesta mucho encontrarlo.
Los podemos mirar condescendientemente, esbozar una sonrisa y decirles que aprovechen su idealismo, sus pocas responsabilidades, su desvinculación con los problemas “reales”. O los podemos mirar con humildad y orgullo, con ojos de aprendiz, con apertura y preguntarnos ¿qué de lo que estamos viendo podemos repetir en nuestra vida?, ¿qué podemos aprender?.
Yo creo que mucho